Es muy conocido que las tiendas de ropa exclusiva tiene un reglamento estricto para sus empleados, para sus procedimientos, para el diseño y mantenimiento de sus instalaciones y para desechar las prendas que no venden.
Recientemente salió a luz el caso de la marca Abercrombie, cuando algunos ex-empleados en Estados Unidos declararon que la marca quema la ropa que no se vende, ya que no quieren que la gente de bajos recursos exhiba el logo de la marca.
Una ex empleada declaró: «Una de las partes de mi trabajo, era meter toda esa ropa en una caja que se llamaba damage (dañada) y que se decía que iba directamente a quemarse». Además, la chica declaró que la tienda llegó a recibir algunas propuestas de organizaciones no gubernamentales para donar la ropa que ya no utilizaban en exhibición, a lo que la empresa se negó.
También, la ex-empleada reveló que cuando los frascos de colonia exhibidos estaban a la mitad, los empleados tenían que tirarlos a la basura, a la vista de las cámaras de vigilancia.
Por otra parte, en Madrid, otros empleados protestaron en los medios, que eran obligados a comprar su uniforme en la misma tienda, el cual tenían que cambiar cada nueva temporada. Demandaban que su precio alcanzaba los 40 euros. Los vendedores solicitaron que les regalaran las prendas de temporadas pasadas, a lo que Abercrombie se negó.
Otro requisito de la marca es que sus vendedoras sean muy delgadas y tengan rasgos similares a los de una niña de 14. Además se les prohíbe el uso de tintes llamativos; si tienen cabello chino, no deben traer volumen y no pueden llevar el cabello en una coleta.
Los mismos clientes de la firman se han hecho conscientes de estos hechos, por eso algunos, como el joven estadounidense Greg Karber, han reaccionado a la exigencias de la marca. Greg subió a las redes sociales un vídeo donde critica a la compañía, etiquetándola como «clasista». En protesta, el joven decide conseguir prendas de la marca en tiendas de segunda mano y decide regalarla a personas de la calle.
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