Entrar en la política no es para los más inteligentes, sino para aquellos que pueden pagarse una carrera y muchas campañas.

No hay datos precisos sobre el tema, pero algunos especialistas mencionan que una campaña, sobre todo en zonas urbanas, puede alcanzar una cantidad estratosférica, que ronda los 12 millones de pesos. Esta cantidad supera diez veces el tope de financiamiento oficial para campaña de diputado federal, que asciende a 1.2 millones de pesos.

Pero vayamos más atrás, a las precampañas, para éstas se autorizó un gasto de 110 mil pesos. Puede que precandidatos con estructura y organización a su disposición, se ahorran importantes recursos que les permita ajustarse a los topes oficiales.  Pero difícilmente puede ser el caso de precandidatos independientes, cuyos gastos mínimos para montar infraestructura, contratar equipo y movilizar personal, son mucho más cuantiosos.

Frente a esta realidad no hay más que eludir las barreras de entrada, y acudir a la ‘contabilidad creativa’ aprovechando las reglas existentes o ignorando algunas o todas ellas.

Existe una enorme dosis de hipocresía en la que todos los participantes, partidos, árbitros y candidatos se esconden bajo la misma piedra. De ahí que lo que parece como tope oficial de gasto de campaña para una candidatura a diputado federal, no sea en realidad sino el punto de partida donde se despliega el talento y la capacidad para allegarse de los recursos necesarios, que permitan mantener cierto nivel de competitividad en la contienda electoral.

Quién quiera ser diputado federal y no fallar en el intento, tiene que buscar otras fuentes de financiamiento que terminan siendo ilegales, y que acaban por distorsionar el sentido y la naturaleza de la democracia.

@ZonaDeOpinionMX